La inversión en cultura suele ser la última de las prioridades en el país; su carácter, muchas veces, intangible hace que sea desestimada por las autoridades políticas, pues, el gasto que acarrea no siempre resulta en el incremento de su popularidad. Suele ser más «productivo» para una carrera política invertir en obras de infraestructura que den cuenta de una aparente eficacia.
La situación es más preocupante en las provincias del Perú, pues debido a nuestro perjudicial centralismo limeño, la inversión en cultura suele escasear cuando salimos de la ciudad capital. Museos, librerías, teatros y salas de exposición son, en muchas ciudades del país, lugares inexistentes. Lo que asombra es el desdén por la cultura, no solo por parte del Estado sino también de inversores privados en un país poseedor de un pasado maravilloso y de una cultura viva fascinante.
Por ese motivo, alegra la inauguración del Centro Cultural Miguel Espinach de la ciudad de Cajamarca (2020). Hay varias razones para destacar la puesta en valor de este lugar. Primero, Cajamarca es una ciudad que en las últimas décadas vivió un boyante crecimiento económico relacionado con la actividad minera; esto trajo consigo un aumento de comercios y nuevas edificaciones que poco o nada tenían que ver con la cultura. Todo esto a pesar de que Cajamarca es una ciudad de gran trascendencia histórica. La ausencia de espacios dedicados a la cultura era una vacío notorio y por tanto una responsabilidad que ya no se podía seguir eludiendo.
Vista del patio interior
En segundo lugar, Cajamarca atraviesa un crecimiento urbanístico importante. No solo hablamos del aumento de sus fronteras, que implica la reducción alarmante de su campiña y la destrucción del valle, sino también de la demolición y la alteración de muchos edificios del centro histórico. Habría que recordar la importancia arquitectónica de la antigua casa cajamarquina, que fue estudiada en su momento por Adriana Scaletti (2013).
Por esa razón, ha sido todo un acierto por parte de la Municipalidad de Cajamarca restaurar la casona Miguel Espinach. Esta es una construcción con más de 280 años y hubiera sido una lástima que se abandone lentamente (recordemos que la Municipalidad venía funcionando en este lugar hasta el año 2015). El Centro Cultural que hoy alberga esta hermosa edificación brinda servicios culturales de acceso libre y gratuitos, sin barreras de ningún tipo (no se pide identificación ni reservas) que hacen su vista una experiencia agradable. Cuenta con salas de exposición (además de las propias se encuentra en el lugar el Museo de Marionetas), auditorio, bibliotecas y espacios de uso múltiple que están disponibles para acoger propuestas de externos. Además, el edificio cautela un mural del artista Andrés Zevallos, obra que sintetiza el estilo e ideario de este reconocido pintor.
Arcada del patio interior
Detalle del mural de Andrés Zeballos
Pero este no es el único proyecto de su tipo en la ciudad, pues actualmente se viene ejecutando la restauración de la casona Toribio Casanova (futura Casa de la Identidad Cajamarquina), proyecto que se inició durante la gestión municipal anterior, lo cual demuestra la existencia de una política cultural que aspira a la continuidad, algo que siempre ha sido un pedido de quienes están involucrados en estos temas. Lo importante es entender que la ejecución de proyectos culturales no es tarea fácil, pues su implementación excede lo material y atraer la atención y el reconocimiento de la población es una labor paciente. Por todo ello, es loable la continuación del proyecto de la casona Casanova por parte de la actual gestión; gestión que ha procurado dotar al Centro Cultural Miguel Espinach del aparato legal necesario ue asegure su existencia y desarrollo en futuras gestiones.
Detalle de la pileta, actualmente en restauración
Vista del segundo piso
La ciudad de Cajamarca invita a conocerla en cada caminata, con un centro histórico pequeño pero evocador donde podemos reconstruir su historia a cada paso. Además, tiene un paisaje privilegiado, con un valle extenso y un cielo límpido, lleno de parajes bucólicos. Si algo habría que achacarle es el abandono a su fuerza ancestral, a ese sentido de pertenencia a la tradición andina de la que todo el Perú es heredero; salir de la típica estampa costumbrista y reconstruir una nueva identidad basada, principalmente, en lo precolombino pero con proyección universal; también es hora de desterrar el racismo y la discriminación y acometer la imperiosa tarea de hacer de esta ciudad un nuevo eje cultural que remita a los signos más nuestros con orgullo e inteligencia.
Publicado el 24 de junio de 2022