por Sandra Garcia
Propuse a Gino Ceccarelli, pintor iquiteño, esta entrevista a razón de su próxima estancia en Europa. Él, amablemente, accedió a una reunión en Monumental Callao, lugar donde se exhibe una serie de cuadros suyos, parte de su exposición titulada «El otro mundo» (2023). Las obras que allí observé se me figuraron como extraordinarias ventanas hacia lugares y momentos mágicos del vasto y milenario bosque amazónico. Encontré imágenes vibrantes, como la de «Juan Santos Atahualpa», «La puerta del paraíso», «Nidos», «Casa de sirenas», «La luna negra» y otras. En sus obras vi lo mágico convivir con lo cotidiano sin diferencia y con naturalidad en escenas donde hay juego, ternura, sensualidad, suspenso y dolor.
Hay en Ceccarelli un caudal imaginativo importante que se nutre de las historias amazónicas, hay una técnica madurada que no discute con su ánimo de seguir experimentando y una voluntad de expresión más allá de la cuestión formal que aunque puede ser lúdica también refiere preocupaciones sobre problemas que nos aquejan como sociedad actualmente; estas son características que describen a un artista en todas sus letras, pues el arte que deja huellas es el que cuenta de manera original alguna verdad sobre el mundo desde el espacio y tiempo propios de su autor.
Actualmente siguen en exhibición sus lienzos y cartulinas en Monumental Callao (varios de ellos se encuentran a la venta), así que no pierda la oportunidad de asistir y apreciar este arte, porque seguramente tras la partida del artista será complicado verlas nuevamente, aunque esperamos que no. La exposición estará disponible hasta fines de abril.
Agradecemos a Gino por el tiempo brindado, le deseamos lo mejor en su viaje y esperamos que la energía vibrante que hay en su obra siga fluyendo. A continuación compartimos la entrevista.
«Juan Santos Atahualpa (2019)»
¿Qué es el arte amazónico?
El arte amazónico es la propuesta más innovadora y más tentadora de los últimos cincuenta años en el arte peruano, por la calidad, por la variedad y, sobretodo, por la proyección que tiene. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con la degeneración, el maltrato, el abuso, y que se pierda en cosas intrascendentes o que nos distraigamos. No es solo mostrar la selva sino hacer obras de calidad. No se debe tomar como un cliché la Amazonía, como si fuera el sitio de los mejores paisajes del mundo. Nuestro exotismo, que está ahí, de todas maneras va a salir, porque somos nosotros los exóticos, no es la Amazonía la exótica. Un estilo es una forma de vivir, de ver el mundo, de sentir, de ser; de lo que se trata es que sea un trabajo honesto. Empecemos trabajando mucho más poniendo el enfoque en la calidad, que hay muchos pintores que la tienen. Los jóvenes también deberían enfocarse en eso, que no estén pensando en pintar cheques, que pinten cuadros y van a salir cosas buenas, los cheques van a venir si les interesa eso; pero sobretodo hay que mantener la calidad, tenemos que apuntar a eso.
¿Se puede decir que el arte amazónico está de moda?
El arte amazónico tiene hoy mucha vigencia y espero que dure. Ha influido la extrañeza que han visto algunos coleccionistas, promotores o agentes, sobretodo, en el diseño shipibo que, cuando uno los ve, pueden parecer iguales pero hay cientos, quizá miles de variedades de diseños. Y son recreaciones del universo, en muchos casos de clanes, representaciones de su entorno y de la madre tierra. Luisa Belaunde tiene un libro interesante sobre el kené y bueno yo también he investigado un poquito en Pucallpa.
Cuando tenía 15 años, hice una exposición de kené que nadie entendía, en la casa de Eduardo Meza Saravia. Yo venía de Iquitos con 13 años, había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de Iquitos, desde los 9 hasta los 12. A mí me pareció tan interesante lo que vendían en las esquinas las shipibas, esa combinación de colores que hacían y su precisión era formidable. A mi ese arte me ayudó muchísimo. Así que en casa de Meza Saravia, en donde se creó la primera Escuela de Bellas Artes de Pucallpa (donde me nombraron profesor de dibujo cuando tenía 15 años y donde estuvieron también Agustín Rivas y otros artistas locales), le dije a Eduardo si podíamos exponer arte shipibo, porque los pucallpinos no le daban mucha importancia, y me dijo «haz lo que quieras». Su casa era más o menos grande y dispuse unas 12 telas ahí. La exposición no tuvo mucha repercusión en la prensa, pero sí en los alumnos que mostraron interés, yo les explicaba y de vez en cuando llegaba una shipiba para hablar de su arte aunque en esa época no hablaban buen castellano, estoy hablando de 1976 o 1975. Como te digo, el acercamiento hacia la cultura shipiba y su arte era más dedicada al turismo. Los pucallpinos lo consideraban un poco como un adorno singular de la región.
Ahora que comentas sobre el arte shipibo, el influjo del arte indígena es muy importante ¿hasta qué punto un artista no indígena puede tomar esas influencias sin hacer apropiación cultural?.
Ahí hay varios temas. El arte es un ejercicio de la libertad, empecemos por ahí. Nada impide que un shipibo haga action painting. Todos tenemos derecho de pintar lo que se nos de la gana, de eso se trata el arte y de hacerlo bien. Ahora, la apropiación ilícita se da, frecuentemente, no solo con las obras, sino en los contratos que se hacen con los artistas, donde hay mucho abuso y mucha degeneración y ya no se sabe bien cuáles son los límites entre artista, agente o curador.
«La puerta del paraíso (2023)»
Yo tengo en esta exposición un cuadro con fondo kené, que es una «mama luna». El diseño kené lo he utilizado hace mucho tiempo en varios cuadros míos, incluso cuando estaba en Francia. A veces eran inventados, mal hechos, pero bueno era mi intención. Sin embargo, la apropiación sería, en este caso, la copia directa o la falsificación de firmas o simplemente copiar exactamente lo que tú has hecho como diseño y que yo solo ponga mi firma o le ponga tu firma y lo venda como si fuera tuyo y me quede con el dinero.
Lo que me comentas es consecuencia negativa de que el arte amazónico esté en el foco de atención ¿Cuáles serían otras consecuencias negativas y positivas?
Empecemos con las negativas, como mostrar un arte amazónico que no es tan original, que comienza a ser repetitivo, obras firmadas exactamente iguales y que las tienen 20 o 30 personas, que no es el caso del arte shipibo, donde todo puede parecer igual, pero los diseños van variando, los tonos van variando, los colores van variando.
Últimamente hay muchos videos que puedes encontrar en internet de las comunidades yanesha, matsés del Yavarí, ashaninka, etc., reportajes que ellos mismos hacen. Dicen «ven a nuestra comunidad, estas son nuestras cosas» y, prácticamente, los diseños que ves se comienzan a parecer entre shipibos y boras, por ejemplo. También están dejando de tomar masato, pues es un poco complicado de preparar, ahora prefieren la facilidad de comprar una gaseosa. Y los bailes se están asemejando, también. Esa bendita canción «Anaconda» la tocan en todas las comunidades nativas y ribereñas y la bailan con el mismo paso y con el mismo tipo de plumas.
Entonces hay un facilismo que es muy nocivo, que puede llevar a la pérdida de identidad. Yo no quisiera que cuando hablemos de culturas amazónicas nativas tengamos que recurrir a bibliotecas o archivos de video. Hay que tener mucho cuidado porque son comunidades muy pequeñas, estamos hablando de comunidades nativas que en total no pasan de 1000 o 2000 personas. Corren el riesgo de desparecer muy pronto y por ellos mismos y la degeneración que lleva occidente.
Bueno, pasemos a lo bueno. Hay una motivación muy grande en los artistas de la Amazonía, que vienen tanto de la ciudades, como de las riberas y de las comunidades nativas, son tres vertientes y, aunque no son lo mismo, han visto que se comienza a valorar su trabajo. Muchos comienzan a investigar, algunos están trabajando con pigmentos naturales y otros recurren a otros materiales, tienen derecho a hacer lo que quieran, siempre y cuando sean honestos y haya calidad, eso es lo que debe regir en una obra.
«Nidos (2023)»
Nos encontramos con un panorama de variedad de propuestas, por ejemplo, Rember Yahuarcani y Brus Rubio viven muy cerca, sin embargo sus propuestas estéticas y artísticas son completamente distintas. Desde el arte indígena encontramos muchas vertientes como los shipibo, asháninka, bora, ticuna, entre otros.
Por mi parte, a mi me preocupa mucho humanizar los personajes míticos, pues los dioses o semidioses son como tú o como yo, y por eso pongo a mis personajes sufriendo: las runamulas y las sirenas. También hay otras propuestas estéticas como las de Christian Bendayán o Sixto Saurín, en Yurimaguas; los muralistas en Tarapoto y Moyobamaba hacen un trabajo maravilloso. En Pucallpa, también, hay más propuestas que están apareciendo, como Diana Riesco, Luigi Tang o Fredy Tuanama. Se están haciendo cosas muy interesantes y variadas, la propuesta es un abanico muy grande y se va a seguir extendiendo y eso es bueno y saludable. Cuanto más producciones aparezcan es mejor, porque vemos que hay espacio para todos, el arte no debe restringirse y espero que sigamos siendo dueños de nuestros proyectos, de nuestras propuestas, que no vengan a manejarnos.
En una entrevista comentaste que la Amazonía era el último rincón mágico. ¿En qué consiste esa magia?
Yo la siento y mucha gente la siente. La selva es un espacio virgen pues no está contaminada por occidente. Y es un lugar mágico, porque allí la inocencia todavía es un valor, no un defecto, y las costumbres son mucho más sanas; la libre imaginación es un juego permanente que se da en muchas comunidades, en muchas ciudades y pueblos de la selva. Entonces, es el último rincón mágico del planeta porque nuestras leyendas son inagotables, nuestros personajes sufren variaciones según quien lo cuenta, el chullachaqui del Yavarí con el de Marañon no son lo mismo y a mi me encanta eso. Esa variedad nos permite a los creadores jugar con todos esos temas, representarlos, hacer lo que se quiera.
Quiero hacer un paréntesis con este tema. Todos los amazónicos hemos sido amamantados por los mitos y leyendas; es, creo, el rasgo de identidad más fuerte de la Amazonía, más que su comida, sus canciones o su forma de hablar el castellano. Nosotros hemos crecido con leyendas que son muy poderosas, que nos han marcado.
Hay tres vertientes en ellos: mitos urbanos, ribereños y nativos indígenas. Yo básicamente trabajo con los mitos urbanos, lo mestizo, porque yo mismo soy mestizo. Mi madre es amazónica (mi abuela fue omagua) y mi padre italiano. Tengo esa mezcla, a veces mis mujeres me salen medio italianizadas, mis colores son medio mediterráneos pero el tema es muy amazónico. Tomo las leyendas que escuchaba cuando era niño de mi abuela, eso me ha dado mi identidad y estas leyendas son sobre personajes que pueden estar en la selva, como pueden estar en las mismas ciudades como la centaura o runamula a la que he pintado un montón. Esto que te comento da una idea sobre los mitos urbanos.
Los mitos ribereños son una mezcla de lo nativo y lo de la ciudad. Ellos viven en contacto con la selva. Hay una relación extraña que mucha gente no entiende, no hay miedo a la oscuridad. La oscuridad no es el cúmulo de todos los males como en occidente. Tienen otro tipo de leyendas e historias, otro tipo de contacto, porque el nivel de sacralidad en la Amazonía es diferente al de los Andes. En la Amazonía es mucho más el tema de lo mágico, la anaconda es mágica, la ayahuasca es mágica, en la Amazonía el dios está acá al lado en la planta, en los animales, en el chullachaqui, que con un mapacho le pides permiso, le dejas sus mapachitos para que no te moleste y, bueno, es muy directa la relación que hay con los dioses y semidioses. Y entre las ramas todo tiene madre en la selva.
«Mamá Luna (2023)»
Y el tercero son los indígenas y ahí sí hay que cuidarse con el tema de la palabra mito y leyenda, porque para ellos es errado calificarlos de esa manera, no es mito ni leyenda, son las historias de sus ancestros. Aquí hay un tema a trabajar, he estado conversando con unos amigos antropólogos a ver cómo hacemos para no seguir pulverizando lo que para ellos es tan importante ya que es su memoria.
¿Tú también creas tus propios mitos?
He creado historias, sí, pero digamos un 10%. Yo juego mucho con los mitos que he escuchado y con sus variaciones.
La selva es un lugar de resistencia porque hay deforestación, contaminación, entre otras problemáticas. ¿Desde el arte amazónico hay un lugar para la protesta?
Sí, hay formas de luchar. Un buen arte es una forma de combate. Y en la selva hay artistas que se interesan mucho por hacer un buen trabajo. Mostrar nuestra cultura también es una manera de resistencia, de decir «miren, ¡esto es lo que tenemos!», «cuidemos esto», «respetemos esto». Ahora hay temas como el problema medioambiental que a mi me preocupa mucho y hay trabajos que directamente he hecho sobre el tema. (Señalando a una esquina de la sala). Ese cuadro es uno de ellos se llama «Río Amazonas año 2128». Es muy probable que el río Amazonas termine así a menos que hagamos algo desde ya, porque el nivel de contaminación y de deforestación es muy fuerte.
(Señalando a otro punto de la sala) El cuadro del medio también, «La puerta del paraíso», que es bastante lúdico con animales allí, en el cielo. Pero a ver con qué derecho nos arrogamos que merecemos el paraíso cuando estamos destruyendo este planeta. Ellos, los animales, se merecen el paraíso, no nosotros. El arte puede ser una manera de protestar y muchos espectadores celebran eso. Tengo un montón de cuadros que han sido reproducidos en libros, en conferencias, revistas. Eso me parece bastante, bueno yo sé que con mis cuadros no voy a salvar el mundo, pero yo sí creo que el arte mejora nuestra convivencia social. Qué mejor catarsis que los demonios, que todos tenemos, salgan a través del arte. Siempre he dicho que si todos hiciéramos un poquito de arte, bueno o malo, el mundo sería un poquito mejor.
¿El arte de la Amazonía cómo se vincula con el resto del Perú?
Ahora es nuevo, cuando estaba de director del INC (Instituto Nacional de Cultura) en Loreto, entre 2004 y 2005, me encargaron dirigir la semana turística de Iquitos para lo cual convoqué a 3 personas: a Dorian Fernández, Paco Bardales y Christian Bendayán; un cineasta, un escritor y un pintor. Entre tantas reuniones hicimos una cosa que creo que quedó magnífica, muy linda. Un día conversando dijimos ¿por qué no promovemos el arte amazónico allá, en Lima, tú como cineasta, tú como escritor y Christian y yo como artistas?. Bueno, yo no sabía cuánto tiempo más iba a estar en Iquitos porque estaba más ligado a Europa. De eso han pasado 20 años y ellos ya tienen una presencia bien fuerte en Lima, yo no tanto porque he estado mucho tiempo fuera. Ahora han aparecido un montón de personas (ya han habido antes, no somos los inauguradores, personas como el escritor Genaro Herrera, Roger Rumrril, Jorge Nájar, César Calvo, han sido lumbreras. Ahora sí se ha creado una especie de «movimiento», prefiero llamarlo movimiento más que moda, ojalá termine en un movimiento fuerte y que siga variando y que siga llegando a otros rincones del Perú y de América Latina. Todavía esta madurándose esto, pero puede ser mejor, podemos hacer algo mejor todavía.
¿Qué balance tienes sobre tu paso por el INC en Loreto?.
Yo creo que ha sido bastante positivo. El director nacional era Luis Lumbreras, él me nombró y me dio bastante confianza porque yo gané por concurso. Bueno yo regresaba después de muchísimos años, y la gente de Iquitos me recibió muy bien, era el hijo que había triunfado en París, me daba risa, tuve bastante apoyo pero también muchos detractores. Estuve 4 años, conseguí un local muy bueno, conseguí computadoras por donaciones, me llevé una camioneta de acá (Lima). Hicimos muchos festivales, llevé a mucha gente a dar conciertos, conferencias, charlas sobre arte, sobre cultura, por ejemplo, a Susana Baca, Rafo Ráez, Nicolás Yerovi, Alberto Quintanilla, entre otros. También le di mucha fuerza a los CIRAS (Certificado de Inexistencia de Restos Arqueologicos) cada vez que había remoción de suelos por construcciones. Entonces creo que sí fue positivo, el INC se volvió más conocido, empezó a tener peso. Yo venía con muchas ganas de Europa de hacer algo por mi tierra y de cumplir con mi servicio cultural obligatorio y creo que valió la pena. Pensé quedarme un par de años, porque en un año o en menos tiempo no haces nada o se hace muy poco, pero me quedé cuatro. Después me fui a hacer otro proyecto a Estados Unidos, porque entendí que uno no puede enquistarse.
Y ahora vuelves a viajar
Sí, me vuelvo a Europa por un tiempo. Hay gente que me está pidiendo exponer allá. Quiero retomar proyectos inconclusos, tengo exposiciones pendientes en Salamanca, Suiza y Portugal. Siempre es bueno moverse, además mira en los 17 años que estuve en Francia nunca dejé de pintar la selva. Alguna vez pinté calles y avenidas europeas pero con runamulas, con chullachaquis. Siempre mis personajes emergían y no es que me lo haya propuesto. Sale así, porque para mi pintar es lo que más me gusta: pintar, dibujar e investigar es lo que prefiero sobre cualquier otra cosa. Y cuando estoy en mi taller no estoy en París ni en Santiago ni en México; estoy en mi taller y mi taller es amazónico.
«El río Amazonas 2128 (2019)»
Entonces ¿en España vas a seguir pintando la Amazonía?
Sí, estoy viendo la posibilidad de abrir un centro cultural allá, poco a poco amazonizarlo para que los artistas de acá puedan ir a mostrar sus cosas. Tengo que conversar con algunos ayuntamientos, hay uno que me interesa en particular. Vamos a ver qué sale porque tampoco es fácil, hay que buscar negociar bien, hay que gestionar y proponer. A mi esposa y a mi nos interesa mucho trabajar con niños allá.
También voy a pintar bastante, porque voy a tener más tiempo. Yo me distraigo mucho acá. Aunque pinto bastante y dibujo todos los días yo siento que allá, en Europa, me concentro más, porque no tengo los malestares que tengo acá a diario por nuestros políticos y autoridades. Yo no vivo en una burbuja. Me molesta lo que pasa socialmente, me molestan las estupideces y me pronuncio y eso me consume y, a la vez, me distrae de lo que tengo que hacer. El tiempo va pasando y tengo muchísimas ideas y proyectos, miles de cuadros en la cabeza que quieren salir y quiero dejarlos salir. No quiero dentro de unos años sentirme frustrado de no haber hecho todo lo que quise. Bueno siempre va a pasar eso pero digamos espero que me pase menos.
¿Y cómo vas a hacer para mantener fresca esa visión de la Amazonía tan lejos?
Vendré permanentemente, nunca me desligo del todo, son como puertos que uno toma. He vivido en muchas partes del planeta, en muchas ciudades, ni hablar de distritos y casas, han sido muchas. Eso no me molesta pero siempre estoy en contacto, tengo un montón de libros amazónicos que leer, voy a viajar pronto por Tarapoto, Iquitos y por los ríos quiero ir antes de partir para empaparme un poquito más e irme tranquilo, vamos a ver qué pasa. Es parte de la aventura de vivir, moverse.
Publicado el 15 de marzo de 2024