Claves para una difusión cultural libre y autónoma

Tiempos modernos

Hoy vivimos una época de transición y nos dirigimos hacia nuevas formas de relación entre nuestros modos de vida y la tecnología. Hace más de dos décadas, cuando el internet se masificó, pocos previeron el futuro que se nos avecina, algunos pertenecían a las subculturas de internet y otros tantos eran autores de ciencia ficción; así, entre distopías virtuales y novelas de bolsillo se imaginó un mundo que hoy parece volverse realidad.

La tecnología móvil, el incremento de la capacidad de almacenamiento de información y el auge de las tecnologías que permiten, justamente, analizar y manejar esa información son la piedra angular de todo análisis social y cultural en la actualidad.

Si nos percatamos de la situación, veremos que estamos, o mejor dicho, están moldeando los paradigmas sociales futuros sin darnos tiempo a reaccionar. Hace 10 años nadie creería de lo que hoy son capaces de hacer nuestros celulares, como tampoco nadie creería en lo importante que se ha vuelto la información que generamos. No hace mucho una noticia sobre el cambio de políticas de uso de Whatsapp alarmó a millones, sin embargo esa situación viene sucediendo hace mucho y pocos se detienen a pensar en ello.

Hoy existen data brokers, empresas que comercian datos. Los datos que generas al usar Zoom, Google o Instagram; datos que generas desde tu celular o tu computadora y, muy pronto, los que generarás con tu refrigeradora o aspiradora (aunque los televisores ya lo vienen haciendo); sí, porque de eso se trata el 5G, del aumento de la capacidad de las redes para poder manejar la abrumadora cantidad de datos que generaremos cuando el «internet de las cosas» se masifique.

El problema de todo ello es que nadie sabe a ciencia cierta qué está pasando detrás de nuestras pantallas. Google o Facebook pueden saber tanto de nuestras vidas y, sin embargo, son solo dos empresas a las que lo único que les importa es el dinero; pero cada decisión que toman afecta a millones de personas en todo el mundo, aunque eso parezca descabellado. Mañana más tarde toda esa información podría perjudicarnos o, quizá, ya lo viene haciendo.

El otro detalle es que muchas de estas empresas tecnológicas incentivan el uso de sus respectivas herramientas, que nos ofrecen gratuitamente pero que en realidad pagamos con nuestros datos. El uso de tecnologías cerradas contraviene con una máxima de internet: el fomento de estándares libres y abiertos. El correo electrónico es un estándar, el lenguaje en el que están escritas las páginas web es otro estándar. Así uno puede leer su correo y ver un sitio web sin importar donde lo haga. En cambio si tú solo tienes una cuenta en Facebook o Twitter tus capacidades de interactuar están muy limitadas.

Los caminos de la difusión cultural

En estos tiempos de pandemia las instituciones culturales han optado por los servicios cerrados para continuar con sus labores de difusión (ver El error del sector cultural en la difusión de sus contenidos), y lo que asombra de todo ello es la pasividad crítica con la que han asumido este reto. Veamos un ejemplo.

La Biblioteca Nacional del Perú (BNP) está preparando un evento de varios días llamado «Programa de Historia y Arte Peruano». Este evento organizado con dinero público constará de 12 ponencias magistrales sobre temas históricos y artísticos (ver la imagen adjunta). Asumimos que el evento mantendrá un alto estándar digno del prestigio de su organizador, por lo que esperaremos un contenido de calidad que cualquier peruano encontrará enriquecedor. Sin embargo, un detalle llama la atención: el evento se transmitirá por el servicio Facebook Live.

Imagen publicitaria de la BNP

Aquí hay dos cosas que debemos sopesar. Primero, la BNP decide transmitir su evento por un servicio cerrado: Facebook; de saque esto excluye a todos los que no tienen una cuenta en dicha red social porque, como decíamos, Facebook no es un estándar. Esto vulnera la libertad de elección de las personas y demuestra un error de percepción por parte de la BNP al asumir que todos tienen o deben tener una cuenta en Facebook. Aunado a estos inconvenientes está el hecho de que la BNP expone innecesariamente a sus seguidores a las malas praxis de Facebook, pues esta empresa es junto a Google de las que más invaden y trasgreden la privacidad de sus usuarios.

Por último, la elección de una plataforma que depende para su consumo de una conexión a internet limita y excluye a una gran cantidad de peruanos de poder disfrutar de estas valiosas conferencias. El Perú es un país con una de las peores velocidades de acceso de la región, y más allá de las grandes urbes la conexión a internet es una quimera. Pero tampoco hace falta alejarse tanto para ver que el problema de conexión es algo serio, en Lima metropolitana, por ejemplo, muchos estudiantes han abandonado la escuela por no contar o bien con el equipo o bien con una conexión a la red.

Entonces, ¿qué sería lo recomendable? La BNP es una entidad importante dentro del sector cultural, asombra que no pueda habilitar un servidor web para poder gestionar un servicio propio dentro de su página en internet para así poder transmitir estas conferencias. Los servicios gratuitos y cerrados son una opción tentadora, pues cuentan con una logística impresionante; pero, como hemos comentado, no son la mejor solución. En cambio existe una herramienta de software libre, BigBlueButtom (BBB), que la BNP podría descargar gratuitamente e instalar en un servidor dedicado, y así transmitir libremente sus conferencias para cualquiera sin necesidad de registrarse en Facebook, además, que lo harían en una calidad excelente; pero, también, estarían ayudando a cuidar los datos de quienes acceden a sus eventos.

Finalmente, recalcar que es importante que estos videos estén disponibles para su visualización y descarga más allá de Facebook. La BNP podría almacenar sus videos en un servidor propio o, en caso muy extremo, usar un servicio de alojamiento equiparable con sus objetivos, como lo es la Internet Archive. ¿Qué logramos con ello? Que cuando uno visite su sitio web pueda disfrutar y descargar los contenidos, para poder así llevar esa información a lugares donde la conexión sea lenta o inexistente. Por ejemplo, un docente de un colegio rural, de aquellas zonas que no tienen cobertura porque las empresas no lo encuentran rentable, podría pedir a algún colega que vive en una ciudad con conexión, le descargue estos videos y se los envíe para sus clases. De esta manera, un estudiante rural también puede acceder al conocimiento como lo hace uno que vive en la ciudad. Un detalle no menor es que estos materiales deberían compartirse libremente, para ello existen las licencias Creative Commons, que brindan el marco jurídico que permite el disfrute de la cultura y el conocimiento sin las perjudiciales barreras del copyright y el dinero; pero, además, la BNP está obligada a liberar sus contenidos pues estos se generan gracias al financiamiento público, por ende su material debe estar libre para todos.

Como vemos, soluciones existen pero pareciera que los agentes culturales no están afrontando con creatividad e investigación los retos del confinamiento, además que demuestran desconocer el actual contexto social y tecnológico. Lo que en apariencia es una salida adecuada en realidad no lo es. Servicios como los que brindan Facebook o Google, por citar dos ejemplos, generan barreras y perjudican la verdadera difusión de la cultura y el conocimiento, pues, sus fines no son altruistas. En cambio, la Biblioteca Nacional no se debe a las exigencias de una junta de accionistas, sino a la difusión del conocimiento y este debe ser siempre libre para todos.

Publicado el 14 de febrero de 2021